Por Jorge Arvizu

Todo se remonta al año 726 d. C. En una vieja iglesia, un cardenal llamado Amadeo abría las puertas a todos. Lo único que se sabía de Amadeo es que había llegado solo a esa iglesia con tan solo siete años de edad; no se sabía nada sobre sus padres.
A sus 45 años Amadeo recibió el puesto de cardenal y adoptó a un adolescente llamado Rufino. Rufino tenía en ese entonces 14 años y lo raro es que parecía que Amadeo conocía a Rufino desde el inicio, pero Rufino había llegado solo a ese pequeño pueblo, igual que Amadeo.
15 años después de la llegada de Rufino, un día como cualquier otro arribó al pueblo una hermosa mujer. Rufino se sintió verdaderamente atraído hacia ella, pero Amadeo no aceptó esa idea y, valiéndose de su poderoso lugar en la sociedad, ordenó que esta fuera desterrada. Rufino, muy enfadado, le dijo las siguientes palabras a Amadeo:
—Tú nunca serás mi padre, renunció a ser tu hijo adoptivo, ojalá y te mueras.
Su padre adoptivo lo abofeteó y lo encerró en el sótano de la iglesia.
Amadeo esperó a que llegara la noche y que todos estuvieran dormidos para bajar al sótano donde estaba Rufino. Allí, empezó a hablar en hebreo. Decía cosas extrañas y su cara comenzó a adquirir un aspecto horrible; parecía quemado. Le dijo a Rufino:
—Yo soy tu creador, tú eres mi hijo. Allá abajo me encomendaron una tarea, yo soy viejo, tengo 60 años, ya no puedo terminar con la tarea; tú la debes de terminar. Acaba con la religión; si no acabas con la religión, sufrirás.
Después de pronunciar esas palabras Amadeo murió y Rufino sintió un miedo terrible. Escapó de ahí como pudo. Huyó al desierto sin dejar rastro. Su plan era ir a las iglesias y predicar buenas reglas. Quería contar que había visto al mismísimo demonio, empujar a la fe a la gente, pero antes de poder cumplir con sus planes encontró tirada a la misma hermosa mujer de la que se había enamorado. Parecía estar descompensada, pero milagrosamente despertó. Sin embargo, parecía loca, quería atacar a Rufino.
Rufino, horrorizado, huyó a un pueblo cercano y comenzó a pensar y a pensar. El año en que había nacido Amadeo correspondía al número maldito; la mujer que amaba parecía loca y lo rechazaba porque ese era su castigo, su maldición, por no obedecer las reglas de Amadeo. Rufino sabía que sufriría, así que decidió ir a un pueblo donde había otro cardenal, reconocido por su gran inteligencia, para pedirle ayuda. Fueron 10 días de viaje y logró llegar al pueblo sano y salvo, pero al llegar se enteró de que el cardenal había sido asesinado brutalmente; no había rastro del supuesto asesino.
Rufino sabía que Amadeo era el responsable. Desesperanzado, huyó al bosque donde estalló en llanto y furia. Sus ojos se tiñeron de color rojo, parecía como si alguien más estuviera en su cuerpo. Sin salida alguna, y desesperado, decidió que lo mejor era quitarse la vida.
Tiempo después la historia de Amadeo y Rufino se hizo conocida, pero todo aquel que tuvo un lazo fuerte con ellos murió.
No se sabe quién es el escritor de este relato, pues la carta en la que venía no tenía autor alguno. Lo único que se sabe es que la encontraron al lado del cuerpo de Rufino