Por ChocoCheems
Para mis amigas, Yun, Karla y Ale, que me escuchan hablando de perritos. Y para todos los amigos de Cheems. Femliz Namvidad.
Mis padres son excelentes creadores de piñatas para toda ocasión. A mí también me gusta hacer piñatas y cuando así me lo piden, ayudo en el taller de la familia. Pero no tengo ese espíritu y esas manos de piñateros expertos que ellos tienen, para ellos es, por supuesto, cuestión de ganarse la vida, así que ponen todo su empeño en elaborarlas, cada piñata para ellos es una mezcla de trabajo, esfuerzo, creatividad e incluso un poco de astucia y ¿oportunismo? No lo sé, sólo mencionaré que hasta crearon la piñata para funerales, a la cual le fue muy bien unos meses, hasta que alguien del lugar se quejó de que eso era irrespetuoso y que mis padres debían dedicarse sólo a las piñatas, no a servicios funerarios, así que dejaron de elaborarla y venderla. Fuera de eso, sus estrellas para las posadas, personajes de Disney o de series infantiles, de superhéroes o de algún diseño personalizado, son las mejores de las celebraciones a lo largo del año. Olvidé mencionarlo, mi nombre es Rogelio. O Roger, para los amigos.
Como mencioné, mi manera de hacer piñatas es muy distinta: les pongo esfuerzo y creatividad, pero, como cualquier otro objeto que requiere de una gran transmisión de emociones a la hora de ser creado, sólo las elaboro cuando pienso que es una ocasión extremadamente especial. Y creo que esta ocasión al fin he encontrado la chispa de imaginación y de energías que me permita ponerme a elaborar una piñata como ninguna otra que se haya visto antes. Esta será una piñata muy única. Será de un perro (me encantan los perros, comenzando por el mío, el “Coconut”, un terrier mestizo), pero de un perro muy famoso y especial: una piñata de Cheems.
En mi escuela, Cheems es muy popular, Incluso con mis amigos hablo a veces el idioma Cheems. Nos identificamos profundamente con él porque también nos ponemos muy nerviosos e inseguros: cuando exponemos, en los exámenes finales, cuando queremos hablar con quien nos gusta, cuando no estamos poniendo atención en clase y la profe pregunta algo. Yo hago dibujos de Cheems en mis cuadernos, pero no me salen muy bien, a Eduardo, mi compa, sí le sale excelente el perrito. Emilio hace figuras de plastilina de Cheems, pero siempre los destruye, dice que no es muy bueno todavía. Jimena sabe tejer y ha empezado a elaborar unos Cheems tejidos, estoy seguro que le quedarán muy bien. Fátima dijo que comenzará a escribir una canción acerca del singular perrito-meme y la llamará “Amsiedad”, confiamos que nos gustará, es muy buena con la guitarra. Claro que no a todos les agrada el lindo shiba-inu y nos llaman tontos por hablar y escribir palabras como “suamvecito” o “bomnito”, pero no nos importa.
Mi piñata de Cheems tiene que estar lista para la posada del grupo, será parte de una declaración de gustos (mi cariño a Cheems) y una declaración de amor: a Valentina, mi crush, le gustan los Cheems. Recuerdo que hace unas semanas, vi un mensaje suyo en el chat de Wasap que tenemos en el grupo, estaba preguntando por stickers del perrito. Incluso tomé una captura de pantalla de ese momento, porque me di cuenta que ella sería el amor de mi vida. Valentina no me habla mucho, más bien casi nada, pero si le gustan tanto los Cheems y a mí también, seguro el amor surgirá.
Paso las siguientes dos semanas corriendo a casa después de la escuela, elaborando la piñata: cartón y periódico, pegamento blanco y agua, papel de china y papel crepé, algunos detalles en papel lustre y marcador de colores. Finalmente, está lista, le tomo fotos y se las envío a mis amigos, todos están de acuerdo en que ha quedado genial. La cubro con una manta de franela color gris, mañana será el gran día, para mi piñata de shiba-inu y para mí. Ella será rota con un palo de escoba y yo correré el riesgo de que me rompan el corazón, ya me dio amsiedad, tengo mucho miedo, pero no importa, seguro que Valentina se impresionará con mi trabajo. La emoción es tanta que no puedo dormir bien.
Al día siguiente vamos a la escuela y Eduardo, Jimena y Fátima me felicitan por la piñata. Las clases terminan y nos vamos a nuestras casas, todavía faltan unas horas para la posada, así que tenemos tiempo de sobra para prepararnos. Como yo llevaré la piñata, no tengo que comprar nada más. Queda una hora para la reunión, me meto a bañar y me arreglo, intentando lucir lo menos mal posible. Eduardo viene a mi casa para llenar a la piñata Cheems con dulces y frutas que compró su tío en el mercado junto a los padres de otros seis compañeros, entre ellos Emilio.
-Te quedó genial, bro ¿no vas a sentir feo cuando la quiebren a golpes?
-No, tú sabes, eso les pasa a todas las piñatas, siempre hay que mentalizar que por más bonita y elaborada que sea una, va a terminar rota.
-¿Y sí te le vas a declarar hoy a la Vale? ¿no tienes miedo?
-Pues sí, la verdad mucho.
-Bueno, bro, si te sientes mal, te tiro el ponche caliente encima y digo que fue un accidente, así nos vamos rápido.
-Entendido.
Nos despedimos de mi madre y mi padre, ellos no me dicen nada por la piñata, cuando se trata de ellas, le molesta que las vea como algo ocasional, les gustaría que realmente me las tomara en serio. Lo curioso es… que yo pienso que sí las tomo en serio, tanto que sólo las elaboro cuando me siento lleno de emoción. Pero eso es difícil de entender para ellos, de todas maneras no importa porque yo cuando crezca quiero ser paleontólogo y a veces piñatero, no sólo piñatero, aunque es muy respetable quien sólo quiera dedicarse a hacer piñatitas, porque llevar diversión a las celebraciones, de una manera tan emocionante como es romper a golpes una figurita de cartón o de barro, siempre será importante. Hay emoción en romper cosas, en gritar, en cantar mientras se rompe algo. Entre estos pensamientos y algunos chistes de Eduardo, nos encontramos con Jimena y Fátima. Las saludamos, ellas llevan tortillas, salsita y taquitos de pollo. La posada queda a menos de cien pasos de nosotros.
Llegamos y saludamos a los demás, Emilio ya está ahí. Uno de los compañeros que siempre se ríe de nosotros, intenta quitarle la manta a mi piñata, pero Eduardo y Emilio lo evitan: “oye, déjalo, todavía no es hora de romper la piñata”. Busco con la mirada a Valentina por todos lados: junto a la olla de ponche, junto al refractario del arroz con leche, junto a las papitas con crema, junto al plato de chicharroncitos, pero no la veo.
Me acerco a una de sus amigas, quien de inmediato se sobresalta un poco, porque no es común que yo le hable, ya no me da miedo levantar sospechas, mi enamoramiento secreto no pasará de esta noche.
-Disculpa ¿no sabes si ya llegó Vale? ¿no está con ustedes?
-No, Rogelio, dijo que llegaría más tarde porque tuvo un imprevisto, pero que ella nos avisa.
-Bueno.
Me marcho, preocupado, con las manos en los bolsillos, como un ladrón que no se decide a robar.
Pasan los minutos, pasan dos horas, intento estar alegre, mis amigos están ahí y la comida y el ponche y los postres son muy ricos. Además ya vi que sí nos darán bolsita de dulces, por si alguien se aturde en la piñata y no alcanza a recoger nada. Valentina no llega.
A las dos horas y media escucho a uno de los compañeros gritar “¡la piñata! ya es hora de romper la piñata!” Me pongo nervioso ¿cómo la vamos a romper si todavía no llega Vale? La hice de Cheems porque me gusta pero porque sé que también a ella le gusta. “Es muy prontito ¿no?”, les digo, aunque la verdad es que ya se está haciendo más noche y muchos compas deben regresar a casa”.
-¡Ya déjanos ver la piñata, Rogelio!
-Espérense, es que no estamos todos.
-¿Quién falta?
Mi mirada me delata y volteo hacia donde está el grupito de amigas de Valentina.
-No me digas que no quieres romperla porque todavía no llega Vale.- dice un compañero y se empieza a reír.
No digo nada, quiero irme de ahí con todo y la piñata de Cheems, ya empiezo a darme la vuelta para regresarme a casa cuando siento que alguien le quita la manta de encima. Y todos ven mi piñata de Cheems.
-Perdón, hermano, pero te tocó traer la piñata y las piñatas son para romperse.
Me da un empujón y me quita la piñata de los brazos. Eduardo me ayuda a levantarme y ya va a pegarle al compañero que se la lleva para entregársela a los demás, pero al final no lo hace, veo un poco de miedo en su mirada, porque el resto del grupo está contento y yo estoy a punto de llorar. Nuestras amigas llegan corriendo a ver qué nos ocurre.
-Todavía podemos quitarse…
Y de pronto veo cómo comienzan a romperla a palos. No es que me moleste que eso ocurra ¿por qué me molestaría? Así deben terminar todas las piñatas, es su ciclo de vida. Veo salir volando pedacitos de papel china, unos golpes después, veo salir volando una pata, finalmente, sale volando la cabeza de Cheems.
-Ya vámonos, amigoms.- dice Jimena.
-Está bien, es lo mejor, no pasó nada malo.- le respondo. Me avienta una bolsita de dulces, fue previsora y se llevó una para cada quien antes de que las repartieran.
Me dejan cerca de mi casa y ellos se van a las suyas, les digo que me manden mensaje cuando lleguen. De pronto veo a un perro pequeño pasar corriendo cerca de mí y escucho unos pasos acelerados que lo siguen, además de una voz que grita su nombre “¡Pequitas! ¡Pequitaaas! ¡ven! ¡te voy a llevar a la casa!”, seguro se ha escapado, así que me lanzo a atraparlo, con cuidado de no lastimarlo, es muy veloz, así que de pura suerte logro agarrarlo, es un lanudito negro y blanco, con una playera, como acostumbramos algunos por aquí ponerle a los perros para que no pasen frío.
-Ya agarré al Pequi… ¡Vale! ¡¿pero qué haces aquí?! – de tanta agitación, ni cuenta me di que era Valentina quien perseguía al perro.
-¡Rogelio! Es que hace unas horas se me escapó mi perrito, mi hermano salió y se le olvidó cerrar la ventana, Pequitas se subió al sillón de junto para quedar a la altura suficiente y saltó por ahí, llevo horas buscándolo, por eso no fui a la posada.
-Ya veo. Pero ya es muy noche ¿cómo vas a regresar a tu casa?
-No vivo tan lejos, igual ya le hablé a mi papá para que pase a buscarme ¿cómo se llama la calle?
-Esta es Cipreses, más allá hace esquina con Abedules.
Nos quedamos hablando un rato de Pequitas, de mi perro el “Coconut” y de Cheems. Me pregunta que cómo estuvo la posada, le digo que bien, pero que no se perdió de mucho. Escucho un moto de auto acercarse y como cualquier miedoso que siente cerca al padre de su crush, corro cerca de la puerta de mi casa y me quedo ahí hasta que veo el auto y a Valentina y al Pequitas despedirse de mí y entrar al vehículo. Cuando se van, suspiro aliviado. Suspiro realmente aliviado. Agradezco a Cheems y al “Coconut”. Y a todos los perros.
De pronto mi celular suena, los mensajes de Eduardo, Emilio, Jimena y Fátima avisando que han llegado a casa. Empiezo a escribirles yo: “Amigoms ¿qué cree?”
