Dante Vázquez – Escritor
—¿Cuántos cuerpos humanos son necesarios para construir el puente? —preguntó serio el ingeniero Castillo.
—Un millón. Pero ¡vamos! Quite esa cara de angustia: todo gran proyecto requiere sacrificio. Además le será recompensado —respondió el hombre de traje azul marino y sonrisa siniestra.
El ingeniero Castillo llegó a su despacho, se quitó su saco gris oxford, aflojó el nudo de su corbata, tomó el teléfono e hizo algunas llamadas. Entre llamada y llamada removía el sudor de su turbado rostro y de sus manos temblorosas. Al final su escritorio se transformó en un pequeño cementerio de pañuelos desechables. A la mayoría de sus contactos en el gobierno les pareció inaudita su petición: exhumar cadáveres de panteones, extraerlos de fosas clandestinas o sacarlos de morgues de la ciudad. Incluso del país entero si era necesario. Para posibilitar la creación de un nuevo camino, bien y mal deben encontrarse en la relación opuesta existente entre ellos; trascenderse en comunión, en un reconocimiento propio desde el Otro. Con cierta renuencia algunos accedieron a prestarle ayuda en tal acción, así que también recurrió al ámbito criminal. La obra tenía que ser terminada a como diera lugar, de ella dependía el mejoramiento de una de las zonas más pobres a nivel nacional.
Durante siete años hubo miles de desapariciones humanas en la patria mexicana. En los noticieros nacionales se habló de secuestros, asesinatos, tráfico de órganos… y en el lugar de la construcción ocurrieron cientos y cientos de accidentes. Fue un periodo sangriento.
—Un cuerpo es el que falta, ingeniero Castillo. Uno, y el más especial —dijo el hombre de mirada penetrante y oscura—. Cerrar las puertas del Infierno requiere del más hermoso gesto de valentía. El Otro es un puente hacia el exterior de uno mismo. Piense en sus hijas y en su esposa: ellas le dieron motivos para ser lo que ahora es. Y a partir de ellas usted se piensa y se vive distinto a los demás.

El ingeniero Castillo se llevó las manos a la cara antes de abrir la puerta de su hogar. En un sillón de piel negra dejó su saco beige y su portafolios de aluminio.
—¡Llegaste temprano, papi! —escuchó—. Ven a cenar con nosotros al comedor. Mamá hizo pollo adobado, ensalada de manzana y espagueti blanco para celebrar el cumple’ de Naty’.
—Sí, Aranza, voy —respondió suave el ingeniero Castillo.
Trago saliva, sus ojos se humedecieron y se dirigió a la cocina.
El puente vehicular a la región de La Montaña en el estado de Guerrero, al sur de México, fue inaugurado con éxito. Y dicen que cada 21 de noviembre un hombre vestido de traje negro camina a lo largo del puente mientras fuma un cigarrillo.